El sol ya brillaba con bastante intensidad, los
tejados de la ciudad eran claramente visibles y la tenue neblina que recorre
las calles durante la noche y que recibe a las personas en la madrugada ya
había desaparecido. Así contemplaba todo aquello el muchacho desde la ventana
de su cocina, mientras terminaba el último pedazo de su emparedado. Tomó un par
de libros, un cuaderno y varios lápices y los guardó dentro de su mochila, se
la puso en los hombros y salió de su casa.
Aquella ciudad tenía muchas calles y avenidas, pero
la más conocida de todas era la Avenida
Principal , una imponente vía de muchos carriles con variedad
de negocios acompañándola y mucha gente recorriéndola a diario. Se podría decir
que era la avenida más importante de esa ciudad y se elevaba progresivamente
hasta un punto donde era interrumpida. El destino de aquel muchacho se
encontraba justamente, al final de la Avenida.
Era un día muy especial para él, no sabía como iba a
empezar ni como iba a terminar; con esos pensamientos aun presentes se dispuso
a caminar sobre toda la avenida; el disfrutaba de caminar, por eso decidió
hacerlo de esa manera. La Avenida Principal
era atravesada por muchas calles, el muchacho siempre recordaba eso ya que
debía tener cuidado a la hora de cruzarlas. Con su cabeza ensimismada en otras
cosas de su interés, llegó al primer cruce sin darse cuenta. Al llegar se
sorprendió al ver que la calle estaba cerrada, presumiblemente por trabajos de
construcción, cruzó la calle…
Al llegar a la segunda intersección, volteó por si se
aproximaba algún vehículo pero en lugar de eso encontró a un grupo de niños y
niñas jugando en plena calle, reían y corrían mucho. El muchacho los observó un
momento y de repente una niña pequeña del grupo se le acercó y le dijo. –Ven a jugar con nosotros- El muchacho
sonrió y con un gesto amable indicó que en otro momento estaría bien y siguió
su camino cruzando la calle…
Al llegar a la siguiente calle, encontró a una
multitud de personas conglomeradas alrededor de lo que parecía ser una
ambulancia el llamas y consumida casi por completo; el muchacho observó
sorprendido, en eso escuchó que dos personas cerca de él decían: -Oye, alguien debería de llamar a los
bomberos ¿no? – Tienes razón, alguien debería llamar - ¿Por qué nadie lo ha
hecho aún? – No lo sé, por que no llamas tú. – Porque de seguro alguien ya lo
ha de haber hecho – Esta bien entonces-. El muchacho miró nuevamente el
espectáculo y siguió su camino cruzando la calle…
Siguió caminando y llegó hasta la siguiente calle, al
llegar a la esquina observó que en medio de la vía habían colocado un enorme
anuncio publicitario que brillaba con una intensidad increíble y con muchos
colores, era tan grande que bloqueaba toda la calle. El anuncio tenía un enorme
mensaje que decía: -¡TODO EN ESTA VIDA ES
POSIBLE…! – El muchacho miró con más detalle y descubrió unas letras más
pequeñas debajo del enorme primer mensaje que decían: - … si tienes el dinero suficiente para pagarlo, si quieres dinero
¡llámanos!- En ese momento el joven pensó y recordó que no había traído
dinero consigo, miró de frente y siguió caminando…
Dentro de poco tiempo ya había llegado al siguiente
cruce de la Avenida
y al mirar hacia la calle descubrió que esta había sido invadida por una gran
cantidad de vegetación, los edificios estaban cubiertos de plantas, el asfalto
de la calle se perdía entre el pasto y los helechos, tanta era la tupidez de
esa mini-selva que no podía verse el resto de la calle, pero lo más llamativo
era un enorme y frondoso árbol que se encontraba en medio y observando ese gran
árbol estaba un hombre adulto que cargaba en sus brazos a un niño pequeño. El
muchacho los observó y luego de unos momentos vio como una de las hojas de
aquel árbol se secaba y caía al suelo, el hombre al ver eso le dijo al niño:
-“¿Ves hijo? Otra hoja cayó, quizá no
puedas darte cuenta en este momento, pero este árbol siempre pierde hojas; sólo
que las pierde tan despacio que no nos damos cuenta que ya ha perdido
bastantes… pero eventualmente este árbol perderá todas sus hojas, tarde o
temprano. ¿Y que pasará cuando pierda todas sus hojas? El árbol se morirá- El
niño sólo lo miraba y lo mismo hacía el muchacho que después de eso resolvió
retomar su camino, cruzando la calle…
Al llegar a la siguiente esquina, se detuvo y vio que
habían colocado una mesa justo en medio de la calle, sobre la mesa había un
tablero de ajedrez con su piezas y a los lados de la mesa habían dos personas
jugando: uno era un anciano y el otro
era un muchacho con retraso mental. Ambos miraban fijamente el tablero a la
espera de hacer algún movimiento. El muchacho los miraba fijamente. El anciano
movió finalmente su pieza y le dijo a su contrincante: -Sabes, eso es algo que tenemos en común, los demás no nos consideran
seres humanos; muchas veces solo porque no hablamos igual, no escuchamos igual,
no miramos igual, no nos movemos igual, no nos comportamos igual, no pensamos
igual o no somos capaces de hacer lo que ellos hacen piensan que hemos dejado
de ser seres humanos… nos toman en cuenta por pura lástima…. Pero al menos
nosotros dos sabemos que eso no es cierto- El muchacho que jugaba con él
solo reía estridentemente mientras el anciano le hablaba, luego tomaba una
pieza, la observaba por unos segundos y la ponía de regreso en el tablero; luego
de eso ambos jugadores volvían a la tensión del siguiente movimiento. El
muchacho recordó que no sabía como jugar ajedrez, se limpió el sudor de su
frente y siguió adelante, cruzando la calle…
Al llegar a la siguiente esquina descubrió a una
pareja joven que estando de pie jugueteaban, se reían, abrazaban y besaban
diciendo cosas tiernas y divertidas que eran correspondidas con más besos y
abrazos mutuos. Luego de unos segundos estando así repentinamente se daban la
espalda para revisar sus respectivos celulares y tecleaban… el muchacho los
miraba fijamente cuando de pronto su teléfono comenzó a vibrar… eran mensajes,
dos mensajes que decían: “De Kari: En
serio lo detesto :-(, jamás había necesitado de nadie para ser feliz!!! Ahora
no puedo pasar una sola hora sin él :´(, no me gusta sentir esta clase de
debilidad… pero que se le va a hacer, ASI ES EL AMOR”
“De Oscar: no
puedo soportarlo a veces, antes estaba tan bien, sin complicaciones ni
amarguras. Jamás había tenido que modificar tanto mi forma de ser por NADIE,
nunca esperé esto v.v, pero que se le va a hacer? ASI ES EL AMOR” Después de leer los mensajes la pareja
reanudo sus menudeos anteriores con un “Te amo” al unísono. El muchacho guardó
su teléfono y siguió su camino cruzando la calle…
Faltaba ya una sola calle para su destino final, el
muchacho estaba ya un poco cansado y ansioso por llegar, pero al detenerse en
la esquina y voltear se encontró con que en la calle había un halo de
oscuridad, unos cuantos metros delante de él había un corte y más allá de ese
corte… sólo oscuridad; no podía verse más allá. El muchacho se detuvo a media
calle, atónito y un poco nervioso. Justo en ese momento se oyó una voz que
venía de la oscuridad: -Hay algunos de
nosotros que nacimos en la oscuridad, otros fuimos arrastrados a ella, otros
eligieron vivir en la oscuridad… es un tormento vivir de esta manera, pero… al
menos, cuando hieres a alguien en medio de la negrura, nadie sabrá que fuiste
tú, así que nadie nos puede juzgar, ni Dios mismo… ¿Qué dices? ¿Vienes con
nosotros?- Dijo la voz mientras una mano negra y esquelética salía del velo
oscuro extendiéndose hasta el muchacho; él, en ese momento dio un paso atrás y
con un gesto indicó que no y se puso a correr, siguiendo la avenida… corrió
hasta que se quedó sin aire y se detuvo. Tardo unos minutos en reponerse, y
cuando levantó la mirada, descubrió que había llegado al final de la Avenida Principal ,
había llegado a su destino… y es que al final de la Avenida se encontraba su
Universidad, y ese mismo día, el joven tenía su primera clase. Miró hacia
atrás, viendo todo lo que había recorrido y presenciado, el sabía que
probablemente nadie creería sus historias y en realidad eso no le preocupaba,
él estaba allí para iniciar una nueva historia, una historia que sería escrita
y protagonizada sólo por el. Tenía la esperanza de llegar a ver a su
Universidad como un hogar, pero no lo iba a descubrir faltando a su primera
clase, así que, se colocó bien su mochila, respiró profundo y camino a través
de la entrada principal junto con cientos de otros jóvenes como él… pensando en
que cosas podría depararle, su viaje de mañana.