Cuentos

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Que tu pluma sea la que dibuje tu horizonte

martes, 24 de junio de 2014

La Avenida Principal

El sol ya brillaba con bastante intensidad, los tejados de la ciudad eran claramente visibles y la tenue neblina que recorre las calles durante la noche y que recibe a las personas en la madrugada ya había desaparecido. Así contemplaba todo aquello el muchacho desde la ventana de su cocina, mientras terminaba el último pedazo de su emparedado. Tomó un par de libros, un cuaderno y varios lápices y los guardó dentro de su mochila, se la puso en los hombros y salió de su casa.
Aquella ciudad tenía muchas calles y avenidas, pero la más conocida de todas era la Avenida Principal, una imponente vía de muchos carriles con variedad de negocios acompañándola y mucha gente recorriéndola a diario. Se podría decir que era la avenida más importante de esa ciudad y se elevaba progresivamente hasta un punto donde era interrumpida. El destino de aquel muchacho se encontraba justamente, al final de la Avenida.
Era un día muy especial para él, no sabía como iba a empezar ni como iba a terminar; con esos pensamientos aun presentes se dispuso a caminar sobre toda la avenida; el disfrutaba de caminar, por eso decidió hacerlo de esa manera. La Avenida Principal era atravesada por muchas calles, el muchacho siempre recordaba eso ya que debía tener cuidado a la hora de cruzarlas. Con su cabeza ensimismada en otras cosas de su interés, llegó al primer cruce sin darse cuenta. Al llegar se sorprendió al ver que la calle estaba cerrada, presumiblemente por trabajos de construcción, cruzó la calle…
Al llegar a la segunda intersección, volteó por si se aproximaba algún vehículo pero en lugar de eso encontró a un grupo de niños y niñas jugando en plena calle, reían y corrían mucho. El muchacho los observó un momento y de repente una niña pequeña del grupo se le acercó y le dijo. –Ven a jugar con nosotros- El muchacho sonrió y con un gesto amable indicó que en otro momento estaría bien y siguió su camino cruzando la calle…
Al llegar a la siguiente calle, encontró a una multitud de personas conglomeradas alrededor de lo que parecía ser una ambulancia el llamas y consumida casi por completo; el muchacho observó sorprendido, en eso escuchó que dos personas cerca de él decían: -Oye, alguien debería de llamar a los bomberos ¿no? – Tienes razón, alguien debería llamar - ¿Por qué nadie lo ha hecho aún? – No lo sé, por que no llamas tú. – Porque de seguro alguien ya lo ha de haber hecho – Esta bien entonces-. El muchacho miró nuevamente el espectáculo y siguió su camino cruzando la calle…
Siguió caminando y llegó hasta la siguiente calle, al llegar a la esquina observó que en medio de la vía habían colocado un enorme anuncio publicitario que brillaba con una intensidad increíble y con muchos colores, era tan grande que bloqueaba toda la calle. El anuncio tenía un enorme mensaje que decía: -¡TODO EN ESTA VIDA ES POSIBLE…! – El muchacho miró con más detalle y descubrió unas letras más pequeñas debajo del enorme primer mensaje que decían: - … si tienes el dinero suficiente para pagarlo, si quieres dinero ¡llámanos!- En ese momento el joven pensó y recordó que no había traído dinero consigo, miró de frente y siguió caminando…
Dentro de poco tiempo ya había llegado al siguiente cruce de la Avenida y al mirar hacia la calle descubrió que esta había sido invadida por una gran cantidad de vegetación, los edificios estaban cubiertos de plantas, el asfalto de la calle se perdía entre el pasto y los helechos, tanta era la tupidez de esa mini-selva que no podía verse el resto de la calle, pero lo más llamativo era un enorme y frondoso árbol que se encontraba en medio y observando ese gran árbol estaba un hombre adulto que cargaba en sus brazos a un niño pequeño. El muchacho los observó y luego de unos momentos vio como una de las hojas de aquel árbol se secaba y caía al suelo, el hombre al ver eso le dijo al niño: -“¿Ves hijo? Otra hoja cayó, quizá no puedas darte cuenta en este momento, pero este árbol siempre pierde hojas; sólo que las pierde tan despacio que no nos damos cuenta que ya ha perdido bastantes… pero eventualmente este árbol perderá todas sus hojas, tarde o temprano. ¿Y que pasará cuando pierda todas sus hojas? El árbol se morirá- El niño sólo lo miraba y lo mismo hacía el muchacho que después de eso resolvió retomar su camino, cruzando la calle…
Al llegar a la siguiente esquina, se detuvo y vio que habían colocado una mesa justo en medio de la calle, sobre la mesa había un tablero de ajedrez con su piezas y a los lados de la mesa habían dos personas jugando: uno era un anciano  y el otro era un muchacho con retraso mental. Ambos miraban fijamente el tablero a la espera de hacer algún movimiento. El muchacho los miraba fijamente. El anciano movió finalmente su pieza y le dijo a su contrincante: -Sabes, eso es algo que tenemos en común, los demás no nos consideran seres humanos; muchas veces solo porque no hablamos igual, no escuchamos igual, no miramos igual, no nos movemos igual, no nos comportamos igual, no pensamos igual o no somos capaces de hacer lo que ellos hacen piensan que hemos dejado de ser seres humanos… nos toman en cuenta por pura lástima…. Pero al menos nosotros dos sabemos que eso no es cierto- El muchacho que jugaba con él solo reía estridentemente mientras el anciano le hablaba, luego tomaba una pieza, la observaba por unos segundos y la ponía de regreso en el tablero; luego de eso ambos jugadores volvían a la tensión del siguiente movimiento. El muchacho recordó que no sabía como jugar ajedrez, se limpió el sudor de su frente y siguió adelante, cruzando la calle…
Al llegar a la siguiente esquina descubrió a una pareja joven que estando de pie jugueteaban, se reían, abrazaban y besaban diciendo cosas tiernas y divertidas que eran correspondidas con más besos y abrazos mutuos. Luego de unos segundos estando así repentinamente se daban la espalda para revisar sus respectivos celulares y tecleaban… el muchacho los miraba fijamente cuando de pronto su teléfono comenzó a vibrar… eran mensajes, dos mensajes que decían: “De Kari: En serio lo detesto :-(, jamás había necesitado de nadie para ser feliz!!! Ahora no puedo pasar una sola hora sin él :´(, no me gusta sentir esta clase de debilidad… pero que se le va a hacer, ASI ES EL AMOR”  
De Oscar: no puedo soportarlo a veces, antes estaba tan bien, sin complicaciones ni amarguras. Jamás había tenido que modificar tanto mi forma de ser por NADIE, nunca esperé esto v.v, pero que se le va a hacer? ASI ES EL AMOR”  Después de leer los mensajes la pareja reanudo sus menudeos anteriores con un “Te amo” al unísono. El muchacho guardó su teléfono y siguió su camino cruzando la calle…

Faltaba ya una sola calle para su destino final, el muchacho estaba ya un poco cansado y ansioso por llegar, pero al detenerse en la esquina y voltear se encontró con que en la calle había un halo de oscuridad, unos cuantos metros delante de él había un corte y más allá de ese corte… sólo oscuridad; no podía verse más allá. El muchacho se detuvo a media calle, atónito y un poco nervioso. Justo en ese momento se oyó una voz que venía de la oscuridad: -Hay algunos de nosotros que nacimos en la oscuridad, otros fuimos arrastrados a ella, otros eligieron vivir en la oscuridad… es un tormento vivir de esta manera, pero… al menos, cuando hieres a alguien en medio de la negrura, nadie sabrá que fuiste tú, así que nadie nos puede juzgar, ni Dios mismo… ¿Qué dices? ¿Vienes con nosotros?- Dijo la voz mientras una mano negra y esquelética salía del velo oscuro extendiéndose hasta el muchacho; él, en ese momento dio un paso atrás y con un gesto indicó que no y se puso a correr, siguiendo la avenida… corrió hasta que se quedó sin aire y se detuvo. Tardo unos minutos en reponerse, y cuando levantó la mirada, descubrió que había llegado al final de la Avenida Principal, había llegado a su destino… y es que al final de la Avenida se encontraba su Universidad, y ese mismo día, el joven tenía su primera clase. Miró hacia atrás, viendo todo lo que había recorrido y presenciado, el sabía que probablemente nadie creería sus historias y en realidad eso no le preocupaba, él estaba allí para iniciar una nueva historia, una historia que sería escrita y protagonizada sólo por el. Tenía la esperanza de llegar a ver a su Universidad como un hogar, pero no lo iba a descubrir faltando a su primera clase, así que, se colocó bien su mochila, respiró profundo y camino a través de la entrada principal junto con cientos de otros jóvenes como él… pensando en que cosas podría depararle, su viaje de mañana.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

El día mas triste

Quizá no perseguía algún sueño en particular el día que decidí echar a andar mi negocio: un café con lejano estilo bohemio, oculto en sus mismas sombras. Era un ambiente silencioso dedicado al buen pensar; pues en aquellos momentos ese tipo de lugares estaban de "moda" y veía en ello una buena posibilidad de ganancias, pero sin duda alguna, más allá del dinero o de las mismas ganas de tener algo que hacer no había otra motivación alrededor de ese pequeño café: Café Bistró fue bautizado.

Y los clientes empezaron a venir: iban y venían en un vaivén repetitivo y monótono, resultado de el mismo estilo de vida de la ciudad. Mi local se ubicaba sobre la Calle Soleu, una calle con muchos puestos dedicados a lo artístico; aunque a decir verdad, Café Bistró jamás nació con ese propósito. Pasaron los meses y al tiempo aparecían caras conocidas, encantadas por el aire místico del local que pronto se hicieron visitantes infaltables en las sillas del café. Pero sin duda alguna jamás olvidare a los Trovadores del Bistró, aquellos locos que agregaron esa nota musical faltante a mi vida y al Café.

Todo empezó en otoño, en el Café no se acostumbra a vender licor, pero esa fue una costumbre que no seguí y de vez en cuando aparecía algún cliente con ánimos de ponerse borracho y olvidar quién sabe qué pecados; pero un día apareció un joven, de cabellos negros y desordenados, con una guitarra a cuestas; Lorenzo se llamaba, siempre decía que venía al Bistró porque no tenía nada mejor que hacer y siempre se sentaba en unas sillas acolchonadas de una esquina solo, a tocar su guitarra. Lorenzo me comentaba que no tenía empleo, su fuente de ingresos era lo que los transeúntes le daban en la calle por sus serenatas a guitarra. Poco a poco ese extraño personaje se volvió un buen amigo, a pesar de ello, Lorenzo siempre terminaba borracho y llorando por alguna tontería; en una de esas deprimentes escenas, osó cantar con su guitarra... una melodía, que seguro nos cambió la vida a mí y a los pocos clientes del local. Quedamos maravillados, pero Lorenzo se negó a repetirlo aduciendo demencia. A los pocos días Lorenzo trajo a otro amigo, un músico con el mismo destino que él, Gabriel. En aquellos momentos, pasadas las cuatro de la tarde, el Bistró se llenaba de una nueva música, de una nueva vida, por las melodías que salían de ese par de locos. Eso afectó mucho la reputación del lugar, se decía que el Bistró respiraba la música de la calle, esa verdadera melodía que a pulso de guitarra y ningún otro instrumento viajaba en el lugar. En la esquina del Bistró era común ver a ese par y algún otro músico ocasional, tocando sus canciones.

Se corría el rumor que el Bistró era el refugio de la música, el refugio de los verdaderos guitarristas. Lorenzo logró crear en menos de un mes, una especie de culto hacia la música de guitarra, hacia la improvisación, hacia el talento de tocar corazones con la música; y todos los días pasadas las cuatro se congregaban en la "esquina" muchos aficionados a la guitarra, de buen y de mal vivir; con o sin talento; buscaban pegarse de la "magia del Bistró", la "magia de Lorenzo" y es que guiados por él, podían tocar melodías que hacían reír hasta al más deprimido, o hacer llorar al más inexpresivo. Habían personas que solo ingresaban al Bistró a oír a los Trovadores, y la Calle Soleu pronto tuvo a su favorita: Café Bistró.

Ellos y el local eran una hermandad, era casi sagrado verlos ahí, casi veinte sujetos tocando, excepto los domingos que era el día de descanso de Lorenzo, y es que sin él, el Bistró perdía su vida, los aprendices su inspiración y los clientes las ganas de quedarse. Aun a pesar de todo este éxito, las cosas no parecían mejorar para Lorenzo, que cada día parecía más sombrío, como si por alegrar los corazones ajenos con su música el suyo terminaba más duro. Hablaba con él seguido, cuando podía y cuando no estuviera borracho, me decía que ningún trabajo le le llamaba la atención ni lo hacía feliz y que la vida era vacía excepto por la música. Siempre le aconsejaba, pero ese tipo era más terco que las rocas, hablar racionalmente era imposible, excepto cuando el lo permitía, pero aún así le quería, era mi gran amigo. Las noches eran mágicas en el Bistró, en una sonata me sentí tan emocionado que empecé a bailar sobre el mostrador ante el asombro de los presentes y de los mismos músicos: creo que esa fue la única vez que vi reír a Lorenzo, pero no importó, era la "magia de Bistró" y pronto todos estaban danzando al compás de los acordes. Felicidad pura.

Pero pronto llegó el día más triste, pasó una semana que no pude hablar ni una sola vez con Lorenzo y ese sábado él no se presentó al Bistró, hubo confusión... pero nada más, nadie temía lo peor. Pero sin duda no tardó en llegar. Ese domingo, me llegó la noticia que Lorenzo se había suicidado, ahorcándose al estilo más literario: desde un puente. Su guitarra era lo único que el tenía y que dejó, en la parte de atrás escrito con las uñas decía: "A Luis, al Bistró". Valvuena, uno de los músicos trajo la guitarra el domingo a eso de las diez y la puso encima del asiento acolchonado de la "esquina". Poco a poco llegaban los Trovadores del Bistró a poner su guitarra junto a la de Lorenzo, en una señal de solemne dolor por la pérdida del "maestro" a medio día había una veintena de guitarras con la de Lorenzo, un puñado de fanáticos del Bistró en las afueras del local y un silencio sepulcral en el Café. En ese momento, saqué una botella de licor de chocolate (su favorito) y la coloqué frente a la guitarra de mi gran amigo. Me quité el delantal azul, y salí del local, por el resto del día estaría cerrado. Esa tarde a las cuatro no hubo canción, no hubo alegrías, solamente duelo; solo espero que Lorenzo halla llevado la magia del Bistró al cielo y me esté esperando con ansias allá, donde todo es mejor. Al caminar sobre la Calle Soleu alejándome del Bistró, solo pude resolver que ese había sido, el día más triste.

domingo, 22 de julio de 2012

Caleidoscopio

Bien dicen que cosas raras e inexplicables pasan en nuestras vidas... En la flor de mi juventud me disponía a realizar todas aquellas aspiraciones que siempre había soñado desde pequeño, mi propio futuro me ilusionaba pero no podía imaginar que el desenlace de éste no me pertenecería. Una noche fría tuve varios sueños:

En el primero, me encontraba en un teatro vacío y oscuro; me pesaba el cuerpo y me encontraba sentado en un sillón sobre el escenario de frente a los asientos... aun no había asimiliado tal situación cuando escuché una voz cansada pero alegre que venía de otro sillón diciendo: "¿Disfrutas de la función?"... ahi terminó ese sueño, luego imaginé que aparecía de pie frente a una casita en medio de un bosque cubierto de neblina. Dándome la espalda estaba un hombre trajeado con una caja sobre la cabeza, ese sueño se desvaneció cuando al acercarme pregunté: "¿Porqué usas esa caja?... después de eso, me encontré en una enorme sala de hospital... al fondo había una ventana y una única cama sobre la cual aparecía un lastímero paciente, vendado de pies a cabeza escribiendo pesadamente en una libreta... al acercarme se desvaneció todo... en el último sueño... caminaba en una colina en cuya cima había un frondoso árbol, bañano bajo la luz de la luna... el sueño terminó cuando percibí en el aire un suave aroma perfumado.

Justo después de esa noche, padecí esa fatídica enfermedad.

Mis ánimos decayeron rápidamente... y mis fuerzas me abandonaban, mi alma sufría un vacío y un dolor que nadie podía imaginar; las fiebres me azotaban y mi estómago me castigaba devolviendo todo aquello que ingería; mi familia se preocupó pronto por mí, y me buscaron ayuda médica de inmediato, creo que solo una mirada bastó para indicar que algo muy malo me pasaba... y debido a eso fui internado en un hospital. Esa primera noche en ese cuarto fue muy fría... al caer débil dormido... mis sueños regresaron:

Estaba a unos pasos de la cama del hospital, escuchando como aquel pobre paciente gimoteaba y gemía del dolor, todo su cuerpo estaba vendado menos sus manos pero de sus muñecas salían muchos cables y catéteres... el monitor cardiaco sonaba con una constancia abrumadora... el paciente escribía algo en su libreta.

Luego aparecí en la colina, junto al árbol, sentado en un columpio... a lo lejos veía una ciudad muy brillante, en eso me percaté que unos metros adelante estaba sentada una figura femenina... de largos cabellos negros dándome la espalda... el sueño terminó cuando me puse de pie....

De repente aparecí en un restaurante, oscuro y que parecía cerrado desde hace mucho... en una de las mesas cercanas estaba el misterioso hombre de la caja... de repente dijo: "¿Que es peor? ¿No tener un sueño, no tener una aspiración, no tener un talento o no tener una identidad?... Nosotros los seres humanos somos capaces de grandes cosas, nuestro límite es más alla del cielo, nuestro horizonte va mas allá de nuestras propias limitaciones... ¿Tenemos derecho de vivir escondidos y refugiados bajo nuestra propia sombra?.... luego de eso desapareció.

Nuevamente aparecí en el sillón, la voz de antes correspondía a un viejo que sentado se regodeaba de la escena.... continuaba diciendo: "La vida, es como una gran obra de teatro... lo que la hace única y exitosa es el talento de aquellos que la intepretan, su capacidad para tocar almas y corazones, de que tan bien lleven a cabo sus papeles", yo repliqué: "Pero sin duda alguna depende mucho del ingenio del director... ¿Eres tu el director de la obra?... el viejo estalló en carcajadas y cuando paró dijo: "¿Que si soy el director? Es una buena pregunta... en se caso, tienes razón... yo soy el Director"... después de eso los sueños me abandonaron.

Los días en el hospital eran duros, muy difíciles... eran exámenes diarios y nadie sabía con certeza que era el mal que tanto me aquejaba y que me destruía poco a poco, lloraba en silencio en mi convalecencia... día con día perdía las habilidades motoras de mi organismo y con ella mis ganas de vivir... apenas entendía lo que pasaba a mi alrededor, era confuso y me odiaba por todo, estaba pagando con creces un pecado que jamá cometí y mi futuro me era arrebatado de mis manos justo cuando estaba listo para afrontarlo... tenía grandes planes para mí... a lo lejos escuchaba que yo padecía de un mal jamas visto... una enfermedad incurable... con ese sentimiento depresivo me sumergí nuevamente en un frío sueño... visitado por mis fantasmas...

Sentado aun en el sillón el viejo no terminaba de reir, algo que me empezó a fastidiar... yo dije: "No se que te está causando tanta gracia, pero yo no me siento de ánimos... apenas estoy viendo como mi propia obra se vuelve un fracaso por la culpa de un mal director", el viejo respondió: "Yo soy el director acá, eso quiere decir que estoy arruinando tu obra" - "Si es así, dímelo de una sola vez, quiero mi obra de regreso, que sea un éxito" - "No solo con buenas intenciones somos capaces de llevar nuestras obras a un final; y de hecho, casi nunca tenemos los finales felices que hemos dictado en nuestros guiones... al final de cuentas el director es quien decide cuando la obra está terminada" - "Te responderé tu primera pregunta, no estoy disfrutando esta función y tu tienes la culpa de ello" dije yo levantandome de mi asiento... el viejo solo se limitó a reir.

Aparecí sentado frente a la cama del hospital, sosteniendo la mano del paciente que temblaba y gemía... en un desesperado intento de decir algo, algo que su boca no podía. Bajo sus vendas empezaban a aparecer machas rojas... manchas de sangre, manchas que se apoderaban de su cuerpo, sometiendolo a un intenso dolor... el monitor cardíaco se volvía loco y bajaba rapidamente, yo no pudía hacer nada más que gritar: "Auxilio, por favor, necesito ayuda, esta persona está muriendo" Pero el amplio salón estaba vacío. El monitor llegó a cero... y el paciente... dejó de sufrir... unas flores que estaban en su mesa se marchitaron... y al poner más atención descubrí aquel misterioso cuaderno... lo tomé en mis manos para leerlo.

Estaba mirando la ciudad brillar y vivir bajo mis pies... me dije a mi mismo "Todos tenemos derecho a ser libres, a vivir y ser auténticos" apenas terminaba de decir eso cuando un brazo femenino se deslizó por mi abdomen por la parte de atrás, y esa fragancia dulce inundó el ambiente... en ese momento una suave y angelical voz respondió: "No olivdes que tenemos prohibido vivir solos y fríos; para eso estamos aquí para amar y ser amados... la libertad solo se vive junto a alguien más, y tanto tú como yo tenemos la obligación de luchar por nuestra felicidad y por no perder jamás al otro" Inmediatamente despúes de oir esto intenté darme la vuelta, para saber quien era aquel fantástico ser...

En un callejón oscuro... que parecía no terminar iba corriendo tratando de escapar de las garras de la noche, cuando de repente, un reflector se enciendió adelante y ahí de pie, estaba el hombre de la caja, al mirarlo resolvió decir mientras se acercaba: "Artes hay muchas, música, cine, literatura, poesía, escultura, pintura... todas expresiones íntegras del hombre, talentos que le son conferidos solo a él, yo soy perfecto por ser como soy, por ser auténtico.... no es orgullo ni egoísmo, es sentido común... no pierdo jamás el respeto por mi mismo porque sé que soy especial; mis aspiraciones, mis pensamientos y mis éxitos me definen; soy alguien por que me he esforzado por serlo, valgo la pena porque me esforcé para que así fuera. En pocas palabras, soy feliz." Ante esto solo pude responder airado: "Esta bien, entiendo, pero si eres tan perfecto porque te escondes detras de esa caja?.... el misterioso hombre se detuvo y dijo... "Hay una razón para eso..."

Despúes de esa noche, ya nunca sentí mas frío... mi cuerpo sangraba y mi vida escapaba casi sin remedio de mi carne... dejé de ser dueño de mi mismo, quedé reducido a un esbozo de ser humano... a algo que no era yo, me sentí triste por tener que pasar esas penurias... no se lo deseo a nadie... pero sufrí las consecuencias y ante las tenues luces del lugar... solo me quedaron fuerzas para soñar una vez más....

Nota del autor: Este relato tiene finales múltiples, todo dependerá del lector. Te hago la invitación entonces a que escogas el sueño del personaje que más te haya gustado, sin trampas ni saltarse finales. Cuando hayas leido el final de tu elección puedes leer los demás, esto es para agregarle un toque personal a este cuento:

Final Rojo: El paciente
Final Verde. El hombre de la caja
Final Azul: El director
Final Morado: La joven

Si no crees en finales fantásticos o felices puedes probar: Final Negro.

Final Rojo

La nota decía: "Es una pena que tenga que terminar así, eso es lo que pasa cuando dejas de pelear por tí mismo; si te abandonas a ti mismo dejas de ser una persona, dejas de ser alguien... tienes que creer en ti, ya que solo así seras capaz de superar la más adversa dificultad. Hoy no pudimos, mañana talvez sí". Despúes de leer esto, me encontré nuevamente en la cama del hospital... acostado, sangrando, cubierto en vendas... comprendiendo que había empezado a morir desde el momento en que dejé de pelear por mí mismo. luego de esto nunca más volví a soñar, acompañado... del fúnebre sonido del monitor.

Final Verde

El hombre de la caja hablaba y a medida que lo hacía se encendían diversos reflectores que dejaban mostrar muchas cosas... títulos, postgrados, libros, canciones, pinturas, sinfonías, esculturas. "Todo esto es de mi autoría" dijo, a lo que yo le respondí: "Pero... ¡esas eran las cosas que yo quería hacer!", el hombre lentamente retiró su caja diciendo: "Es quizá, porqué tu las hiciste". Caí sorprendido al ver que el hombre era una versión más adulta de mí. "Yo soy quien tú te propusiste ser, yo respresento todos tus ideales, en lo que te hubieras convertido si hubieras logrado todos tus sueños... pero desde que padeciste aquella enfermedad, todo eso se acabó, y me condenaste a perder aquello de lo que estaba más orgulloso, mi identidad... no renuncies a tus sueños, si lo haces... dejarás de ser tu mismo". Ante eso el hombre desapareció, dejandome  solo enfrente de aquella casita... a la que me dispuse a entrar... para concretar mi unico deseo verdadero: ser alguien. Desde ese momento los sueños cesaron.

Final Azul

Ambos de pie, viéndonos, le dije al viejo: "Director, dame un buen final". El viejo aun no cesaba de reír, todo aquello se le antojaba cómico. Dijo: "¿Qué? ¿Aun no te has dado cuenta? El director eres tú. La función ya se terminó, ¿ves? no queda nadie en el teatro". No creía lo que estaba pasando, le dije: "Deja de jugar conmigo, yo no escogí venir acá". El viejo respondió: "¿Aun no me crees? Mira tú mismo..." dijo señalando el telón de atrás... un gran espejo estaba ahi y al reflejarme... estaba yo, el viejo... con las mismas facciones y pelo canoso. Entonces todo se aclaró y aparecí en una sala de estar, sostenía una foto y junto a mi estaba mi esposa... "¿Recuerdas ese momento? Justo después de esa terrible enfermedad, te repusiste y poco después escribiste esa obra teatral que todos adoraron". En la foto estaba yo joven, en un escenario lleno de público a reventar, sentado en el sillón, sonriente. "Me alegro que la función haya tenido un final feliz". Mis arrugadas facciones solo se limitaron a reir a carcajadas, recordando aquel excelente momento.

Final Morado

Enfrente de mi, tenía la mujer más bella que jamás había visto, y me sentía enamorado tan solo por verla. Ella me sonrió y me abrazó. Luego miramos la cuidad nuevamente, estaba amaneciendo ya... espero que te guste nuestro nuevo hogar... es bueno tenerte de regreso. De repente, recordé mi tiempo de convalencencia en mi hospital, ella era mi prometida... y todos los días estuvo a mi lado, llorando y rezando por que yo me recuperara. Nunca me abandonó y me dio las fuerzas para seguir luchando contra la enfermedad. Cuando todo parecía perdido, reaccioné al tratamiento, y poco a poco recuperé las energía y la alegría que había perdido. Le debo a ella mi vida, y jamás podría olvidarla... al recordar todo eso, unas lagrimas escaparon de mí, y solo la abracé con fuerza y la besé, diciendole después: "Tienes razon, tenemos derecho a ser libres pero junto a los demas, y a luchar por no perder a los seres amados. Gracias por todo."

Final Negro

Monteblanco Vesperitno. Miercoles 23 Mayo 2011. "Gabriel Novel y otra persona fallecieron en un aparatoso accidente de tránsito, poco se conocia sobre ese joven, pero sus parientes afirmaban que era un gran muchacho aunque padecía de alucinaciones... el entierro será esta misma tarde en el cementerio nacional de Monteblanco"

Gabriel Novel "Soñador, Escritor"














lunes, 25 de junio de 2012

Buenas noches (terror)

Mucho se hablaba en aquellos días que nuestra sociedad se volvía paso a paso, hostil y violenta; fueron días en que las noches eran más oscuras que nunca y sus calles más frias que la muerte; y todo eso era porque habían personas que se cubrían de ese velo tenebroso para cometer las más terribles atrocidades a los transeúntes desprevenidos. Antes se respiraba un ambiente de cordialidad y de seguridad en las calles y caminos desolados, y el hecho de encontrar a otro ser humano en la penumbra era motivo de alegría y satisfacción... lentamente eso cambió para mal, empezaron los primeros atracos y robos, la confianza fue minada y la seguridad enterrada muy lejos... pronto aparecerían los primeros asesinatos, un vicio de quitar la vida que con el correr de las noches se haría cada vez más común.

Ese invierno, aun lo recuerdo... debido a una desatención menor, una de mis clases más importantes en la universidad terminaba hasta altísimas horas de la noche, no eran todos los días, pero cuando salía de ese establecimiento la incertidumbre y el temor se apoderaban de mis huesos. Dependía mucho del último autobus que pasaba en la noche, el autobús de la medianoche.

Sin mayor sorpresa alguna se corrió el rumor de que el sendero que conducía a la universidad se había convertido en un lugar predilecto para los robos y que ya eran varios los casos de personas que eran asaltadas o heridas en la noche. Pero ciertamente, ese invierno, mucho cambió... algo he de decirles, la gente ya no se deseaba las "buenas noches" al encontrarse en la calle, todo por temor a que su interlocutor fuera a la postre su victimario; a pesar de eso siempre traté de no perder ese gesto, "Si me han de matar, al menos lo hice haciendo lo correcto" pensaba. Todos estos pensamientos ocupaban mi cabeza y la de muchas personas durante las clases nocturnas, detestabamos el hecho de tener a la fatalidad a unos cuantos metros de nosotros.

Pero, durante ese invierno empezaron a aparecer otro tipo de víctimas, personas totalmente petrificadas del terror, con expresiones horribles en sus rostros presas de un pánico indescriptible y al borde de la locura y de las alucinaciones, siempre los encontraban a un lado del sendero, desvariando, chillando de un dolor jamás descriptible y cuando se les preguntaba al respecto rompían en llanto y suplicaban que pararan. Se corrió muy pronto el rumor del "Buenas Noches", así le llamaban los lugareños al ente responsable de esos ataques, se nos decía que era un espíritu terrorifico que solo aparecía e los caminos y senderos desolados a altas horas de la noche, y que al pasar a la par tuya exclamaba: "Buenas noches". Decían que aquellos que no le contestaran cordialmente corrían la suerte de los "espantados". Ciertamente puras historias del lugar, pero que no dejaban de inquietar.

Esa noche, fría como ninguna, terminé mis clases con un considerable retraso; cuando salí, el último bus hacía rato había partido. Ante mí tenía un camino oscuro y desolado, el que debía tomar para llegar a mi hogar, pensé y pensé mucho acerca de mi decisión pero decidí irme a pie, a pesar de que eso contaba como un suicidio en esos días. Caminé en el sendero solitario y oscuro, a mi derecha un muro de tierra y a mi izquierda arboles, la soledad me traspasaba como un cuchillo y el frío me hería; pero sin duda lo peor es la sensación de que todo saldrá mal... dicho y hecho, al rato de caminar, de los árboles apareció un extraño, de aspecto amenazador, un asaltante resolví yo, que empezó a seguirme por el camino. "Esto no puede ser" me dije en mis adentros y empecé a acelerar mi andar, sabiendo que nada me separaría del triste desenlace. Mi perseguidor no se alejaba, cuando por fin sentía que se me venía encima, sucedió algo que hasta la fecha sigue recorriendo mi espinazo con miedo del verdadero. Una figura se aproximaba a mi, un poco encorvada y envuelta en muchas fachas, lo que parecía ser un simple méndigo a mi parecer, sudaba helado al ver como se acercaba a mí, y cuanto por fin estuvo cerca y pasó a mi lado solo pude escuchar un tenue pero claro... "Buenas noches", sentía como que si mi estómago vomitara todo lo que había en mí y se lo tragara de regreso, mi visión se oscureció del pavor, mis piernas se comparaban a gelatina y mi alma se quebraba en millones de pedazos; recordado lo que había oído atizbé a decir un "Buenas noches" con la voz mas cortada que una transmisión radial pésima. El extraño ser pasó de largo y no pude hacer mas que mirar al frente, horriblemente aterrorizado, pocos segundos después alcanze a escuchar las "buenas noches" de la entidad, sol que ahora se las decía al asaltante... nada, con el corazón en mi mano solo pude alcanzar a escuchar un chillido espantoso... lentamente volteé mi cabeza y lo que vi aun me persigue en mis más oscuras pesadillas: el ser que ahora era casi el doble de alto y dejó ver su rostro, dos ojos muy abiertos y espeluzantes, una boca que recorria toda su cara con muchos colmillos y una lengua larga con la cual sostenía el cuello de mi perseguidor, de sus andrajos salían infinidad de tentaculos sombrios con los que envolvía a su víctima que gemía despavorida sin poder escapar ya, el chillido era casi infiernal... al ver esto, no pude hacer nada más que correr despavorido por todo el sendero escuchando la risa infrahumana y diabólica de ese ser perdiendose en la distancia, ese ser que había cobrado una vícitma más....

Entré en mi hogar, y todo mi ser era un manojo de nervios, estaba más pálido que las paredes, la risa del ser aun resonaba en mi cabeza, estuve enfermo un par de días después de eso, con altas calenturas y vómitos constantes, pero pude reponerme y sobrevivir. Al malechor lo encontraron en la mañana siguiente, sudando frío, y desvariando lastímeramente como los demás "espantados"; al recordar no puedo estar más que agradecido de tener buenos modales y de haber sobrevivido al encuentro del "Buenas Noches", que ahora para mí era la más real de las pesadillas que jamas pude haber tenido.





jueves, 17 de mayo de 2012

Subsconsciente I


En ese día gris y frío pude despertarme no sin una gran dificultad, particularmente no me sentía muy animado pues las noches anteriores habían sido muy ajetreadas y tensas; lentamente me dirigí al baño a tomarme una ducha, la simple idea de tener que ir a trabajar ese día generaba en mí una profunda depresión. Bajé a la cocina y me prepare un frugal desayuno, por la ventana el tono gris del ambiente no había hecho más que empeorar; luego de esto me subí al auto y salí de mi recinto. Andaba poco concentrado y conduje bastante mal todo el camino, mis reflejos me fallaban por ratos, no sé como es que no causé un accidente en el camino al trabajo. Tiempo despúes llegué al estacionamiento de la empresa y aparqué el vehículo, en serio quería estar en mi cama durmiendo en ese momento, la cabeza me palpitaba un poco, punzante de dolor.

Con pesar me bajé del auto esa mañana, me invadía un cansancio tremendo y sentía dificultad para respirar, quizá por el frío; caminé los metros cotidianos hasta entrar en el edificio, un letreo azul con el mensaje "Techno Axioma" me daba la bienvenida. Me anoté en el puesto de llegadas, “32 minutos tarde esta vez” me dije, y me dispuse a ir a mi cubículo casi trotando para desperezarme un poco.


Estando ahí, esperé a que me mandaran las instrucciones de que hacer, al parecer, me llegarían en una media hora; con ese tiempo muerto, me dispuse a tomar café y a dormir un poco, puesto que la noche anterior, estuve despierto hasta muy tarde. Mis ojos se nublaron cada vez más, hasta que caí prufundamente dormido. Eran las 8:31 am.

Empecé a soñar: ¡Que mundo más extraño y diferente el que me he encontrado!, luces centellantes multicolores, explotan a mi alrededor, hay confusas líneas que adornan un pavimento de propiedades camaleónicas, ruidos alegres pero a la vez incomprensibles, y sensaciones que nunca había experimentado, era como si todo mi alrededor explotara en una infinidad de colores y sonidos jamás escuchados por el hombre; por un momento pensé que mi cabeza explotaría, y cuando creí que ya había sucedido, me encontré en un sendero que se serpenteaba por unas colinas grises oscuras, el cielo era de color gris-cafezusco y no había sol alguno, habían unas nubes o cosas nebulosas de color rojo, azul y morado flotando suavemente sobre mi cabeza.

La naturaleza de ese lugar sobrepasaba de los límites de lo ordinario, mi cabeza daba miles de vueltas tratando de comprender el paisaje que me rodeaba. Yo, si es que me podía describir así (ya que me sentía como alguien totalmente distinto), seguí caminando por el sendero, hasta que logré divisar un árbol, un demacrado y viejo árbol, ya sin hojas. En ese lugar se encontraba un hombre de aspecto gris pálido, tocando lo que me pareció era una flauta. Me senté a unos metros de él, y le salude.

El hombre no entendía mi idioma, así que de alguna manera realizó un nexo mental entre ambos, como para hablar con la mente; ¿como supe eso? es un misterio. Hablamos por largo rato sobre temas que hasta ahora siguen guardados en el olvido, hasta que le pregunté, casi al final, qué era este lugar. Él me respondió:

"Involuntariamente te desconectaste de la realidad en la oficina, y tu yo mental vino a parar en este lugar, el subconsciente, el lugar más escondido de tu mente; a mi me sorprendió tu visita, usualmente la gente no vuelve a tener contacto con sus recuerdos una vez que los tiene y los olvida, y más de esta manera, llevas tiempo sin visitar el Valle de Dyol”

“¿Qué es el Valle de Dyol?” pregunté

“¿No lo recuerdas? Te lo mostraré” me dijo

La niebla empezó a retroceder y dejó ver unas estructuras que mas parecían ruinas. Ruinas de una ciudad, una ciudad que hubiese pasado por un desastre, caminamos un rato, y nos detuvimos el un lugar que parecía un parque, estando ahí, él empezó a hablar:

“Recuerdo que el Valle de Dyol alguna vez fue un lugar lleno de vida, el Valle permaneció en este lugar justo antes del Portal Infinito desde que lo imaginaste por primera vez, cuando eras un niño; vivíamos alimentándonos de tus fantasías y de tus recuerdos; cuando creciste olvidaste este lugar, entonces empezó a decaer y a resquebrajarse hasta lo que es ahora; ¿Recuerdas las luces centellantes cuando viniste? -Si. ¿Qué eran?- pregunté-  pues fue debido al estilo de vida que llevas, estabas muy alterado, y debido a ese estrés en tus nervios, tu sistema falló, tus neuronas enloquecieron y pararon, todos esos colores y explosiones qie vistes solo evidencian el estado actual de tu cabeza, bajo toda esa presión y de alguna manera que no se puede explicar, terminaste llegando aquí.”

A medida que hablábamos, iba comprendiendo cada vez más que estaba pasando, ya que antes no tenía idea, el viejo me contaba cosas maravillosas y lugares imposibles, me dijo que nuestros recuerdos son las únicas posesiones que nos llevamos cuando morimos y que son la esencia misma de lo que somos; maravillado por lo que decía poco a poco empecé a recordar este lugar.

“Entonces... tu debes ser Asmalof”

“Has acertado”

Asmalof fue algo algo parecido a un amigo imaginario de mi infancia, un viejo compañero de mis aventuras de niño; pocas veces me había puesto a recordar cosas de mi niñez, en esa estapa de nuestras vidas es donde más afloran los sentimientos más sinceros y las aventuras más emocionantes. Me fue muy grato recordarle nuevamente ya que por completo había olvidado su existencia... después de esto, él empezó a recobrar su antiguo color y juventud.

“Al recordar, haces volver a la vida al Valle de Dyol, vuelves a darte vida”

“Entonces, ¿debo recordar y regresar a la vida a Dyol? ¿Es esa mi misión?”

“No, como te dije, tu no deberías estar aquí, tu presencia ha alterado a los otros recuerdos y a otras partes de tu subconsciente, más allá del Portal del Olvido hay más lugares, que pueden llegar a colapsar si tu permaneces mucho tiempo en este lugar, aparentemente la solución a todo este problema yace en el Abismo Profundo”

“¿Cómo sabes todo esto?” pregunté un poco impaciente.

“Nosotros los recuerdos somos seres muy sabios, hemos vivido miles de vidas; y claro, siempre sabemos que es lo que pasa en tu subconsciente, dentro de tu mente”

“Bueno, ¿y porqué debo hacer esto yo? ¿No bastaría con que me despertara?”

“Si tus recuerdos colapsan, morirás; en la realidad es algo que ustedes en la realidad le llaman “hipertensión” o "infarto" algo así, o peor aún, tu mente entera colapsaría y entrarías en estado de coma el resto de tu vida.”

Oír esto me aterrorizó, sentía la obligación de ir, pero a la vez no quería, todo se me antojaba demasiado ficticio para ser verdad, ¿Un sueño quizá? No tenía la mas minima idea, pero si no lo hacía moriría, al menos eso decía Asmalof, y tampoco quería eso. Ante estas insospechadas noticias asentí seguir, confiando en que todo lo que pasaba ahí era un mal sueño, a final de cuentas tarde o temprano despertaría..

Seguimos avanzando y a medida que salíamos del Valle de Dyol yo recordaba cada vez mas cómo era ese mágico lugar creado por mi mente; al salir al sendero, las ruinas se habían vuelto casas y la cuidad no parecia lugar de una catástrofe, sino una recién construída, con árboles y mucho color. No podía creer lo que veía ante mis ojos pero me alegró ver al viejo Valle de Dyol recobrar su antigua luz.

Junto con Asmalof y sin pronunciar palabra alguna, seguimos conversando, caminando hasta donde el sendero veía su fin sin saber las cosas que me depararía el futuro en aquel extraño lugar, mi subconsciente...

miércoles, 16 de mayo de 2012

El centro comercial

Estela era una de las muchas personas que acudían al centro comercial a diario, ese día ella necesitaba comprar algunas cosas para unas diligencias que tendría en los días posteriores; el parqueo del recinto se vislumbraba a rebalsar, por lo que Estela se tardó casi una hora en encontrar un puesto vacio que tuvo que disputar con un malhumorado señor de bigote tupido.

Al aproximarse a una de las entradas del recinto ante Estela se imponía una estructura vasta, un armatoste de concreto de tres pisos, no es la primera vez que Estela acudía al centro comercial, antes había ido con sus pequeños hijos después de sus clases, en un intento de evitarse la molestia de prepararles almuerzo, muchas veces no somos conscientes de lo que comemos, y de que eso que ingerimos es para nuestro organismo un engrudo dañino de mal gusto, claro, lo esencial es manter al paladar consentido a expensas del resto de nuestro cuerpo y en eso se especalizan los de la comida rápida; Estela caminaba apresurada entre los pasillos buscando el negocio de su conveniencia, a sus lados aparecían una infinidad de vitrinas con cosas brillantes y bonitas que incitaban a ser compradas: muchas de las cosas que son puestas a la venta obedecen no a una necesidad real por ellas, sino por el simple gusto o estatus que estas nos generan, las tiendas se vacían de sus cosas, nuestras casas se llenan de objetos sin valor y estamos conformes con eso.

El tiempo pasaba más rapido de lo que Estela podía imaginar, sin darse cuenta ya tenia un par de bolsas de compra en las manos que ni ella era capaz de explicar, pero aun faltaba rato para terminar su visita, las personas pasaban a la par de ella, veían las vitrinas y se detenían alegres viendo que cosas podían conseguir en una vorágine de gasto que es tan común en nuestros días, pareciera que el dinero, ese bien que tanto empeño ponemos en conseguir es una especie de mal del cual tenemos que deshacernos rapidamente, quemar y quemar, gastar y gastar. En la cabeza de Estela eso pasaba por su mente, de repente miles de cosas pendientes de conseguir se le vinieron de la nada, ella caminada, entraba, veía, salía y compraba en un circulo idéntico cuya diferencia eran las cosas que ella compraba. El tiempo pasaba, y en los brazos de Estela ya no colgaban un par de bolsas, sino seis, ocho o diez; ni ella misma estaba segura de todo lo que compraba. Poco a poco Estela se sentía atraída por los letreros luminosos y cuerpos esbeltos que aparecían por doquier.

Los anuncios publicitarios se han convertido en los nuevos árboles de nuestra jungla de cemento.

En todos lados se ofrece lo mejor, el remedio ultimo para la satisfación de los problemas de las personas, el ultimo ungüento, el ultimo par de zapatos, el alimento mas delicioso, un sin fin de cosas; cosas, tan vacías como las mismas personas que las concibieron. Estela se encotraba a si misma abstraída por todo lo que ese lugar le ofrecía. Cada vez se hacía mas tarde y Estela empezó a tener hambre, miró a su alrededor y en ingresó en un establecimiento de hamburguesas con la intención de saciar esa hambre que misteriosamente había surgido en ella; en la puerta del establecimiento, un muchacho de cabello largo, camisa a cuadros, un poco alto y con expresión taciturna se ofreció a tenerle la puerta para que ella pudiera entrar pues ella tenía muchas bolsas en las manos; el muchacho luego de esto se marchó.

Eso que comes, no es comida real, y tu lo sabes muy bien.

Estela buscó asiento y luego se dirigió a hacer su pedido, se decidió por la hamburguesa con más carne que había en el mostrador, las personas sentadas en el restaurante trabajosamente trataban de terminar la comida que habían ordenado, lucían preocupados algunos de ellos. Estela engullía energicamente su comida, respiraba trabajosamente, llego un momento en que se detuvo, apenada, y recordó su sobrepeso que tanto había aquejado su vida desde  hace algun tiempo; apenada dejo su hamburguesa a medio comer y se marchó de ahí.

Hay muchas maneras de vivir una vida, sin embargo, solo tienes una, aprovéchala, cuidate y aprende a ser feliz... si no, preparate para conocer el lado tortuoso de ella.

Estela salió la parqueo del centro comercial, era muy tarde ya, su escapada había tomado más tiempo del debido; pero se dio cuenta de que el parqueo estaba repleto, eran hileras de automóviles que buscaban un puesto, pero eran tantos que ni siquiera avanzaban, de ellos emanaba un humo negro con hedor a quemado que daba a ese lugar una apariencia nebulosa; los conductores evidenciaban rostros de desesperación y angustia por querer salir de allí.

Estela, presa del miedo, dio media vuelta y entró de nuevo al centro comercial.

domingo, 8 de abril de 2012

Un viaje en autobús

-...porque hay algo malo en el transporte colectivo-

Diversas estructuras de concreto y láminas de variados colores se erigen a mi alrdedor mientras veo mi reloj de mano, uno de cuero cafe, regalo de un pariente ya lejano; me doy cuenta que voy unos minutos tarde a mi reunión. Esta semana el automovil estará en el taller, por lo tanto  tendré que tomar el autobus, una práctica que no me desagradaba del todo pues durante mis estudios universitarios era el medio de transporte predilecto. Conocía bien todas las rutas de la cuidad, el trayecto lo tendría que hacer tomando dos rutas distintas, en menos de 45 minutos estaría en mi lugar de destino, apresuré el paso y me detuve en la parada más próxima a mi hogar, una que se ubica enfrente de una panadería; a pesar de era domingo, un día ligero en tráfico, las calles estaban demasiado desiertas y tranquilas, pocas personas caminaban por las haceras y la tenue luz de sol difuminada por una leve bruma otorgaban a ese lugar un toque distante y poco radiante. A mi lado una mujer de cierta edad indiferentemente esperaba que nuestro bus llegara por nosotros.

Pasamos un buen rato esperando pero no mucho tiempo despues apareció el bus y en su carrocería resaltaba brillantemente la "R-45", mi ruta. A medida que se acercaba me pude dar cuenta de que estaba bastante lleno, todos los asientos estaban ocupados y ya habían personas de pie aglomeradas en el pasillo del ya muy deteriorado bus. -"Por el amor de Dios, es domingo"- me dije a mis adentros decepcionado y pude captar ese mismo sentimiendo en la mirada de la mujer. Abordamos el bus, cancelamos la cuota con el conductor y sus frías palabras de respuesta fueron: -"Camine hasta el fondo, hay espacio"- Dificultosamente me pude colocar en la mitad del pasillo, de pie, agarrado de las barras del techo para evitar caer, las personas a mi alrededor eran calladas y parecían malhumoradas. -"No hay espacio"- asumí yo.

Íbamos avanzando y yo perdía mi mirada entre las casas y edificios que pasaban, en las paradas siguientes se subían mas personas, -"Maldición"- balbuceé, y las palabras del conductor se oían con fuerza en cada parada. Poco a poco se iba aglomerando más y más gente, a lo que el conductor respondía, "Camine, aun hay espacio", en algunas paradas se bajaban personas, pero erán mas las que subían. Era dificultoso respirar en ese punto, todo estaba apretado; al rato, los asientos que eran para dos pasajeros eran compartidos por tres, para liberar algo de espacio, entre las personas habían muchas quejas, pero el conductor  solo replicaba: "Aun hay espacio, caminen hasta el fondo", la situación se tornaba demasiado rara e incómoda, ahora algunas personas se sentaban encima de otras debido al espacio, y el pasillo central estaba tan abarrotado de gente que era imposible caminar bien, sentí temor al darme cuenta que no podía ver al exterior del autobus, debido a la cantidad de personas que habían ahí, al fondo se seguían escuchando las palabras del conductor: "¡Camine, camine!"- Había un horrible malestar, y tenía los rostros de las personas rozando mis mejillas, y nuestros cuerpos se aprisionaban unos contra otros, "Maldición, moriré acá"- pensé, y trabajosamente traté de dirigirme a la salida, los quejidos de dolor de las personas no faltaron, pero mis ansias de salir me hicieron ignorarlos; dejé de sentír la barra superior y casí me arrastraba poco a poco cerca del suelo, sumergido en un mar de piernas, habían quejidos, muchos; incluso gritos, era una locura. Cuando estaba a punto de desfallecer por la presión pude ver que unas personas lograban bajarse del bus, pues ahí estaba la puerta de salida, había llegado casi al final del bus. Podía ver la carretera, la acera a unos centímetros de mí, con gran esfuerzo me lanzé a mi mismo entre las personas logrando llegar a la puerta, apenas pude sentir el aire fresco del exterior, me arme de fuerzas para salir definitivamente del bus dando de bruces con el suelo de la acera justo antes de que el conductor cerrara las puertas, aprisionando a los pasajeros. Aun pude escuchar el horrible "Camine, aun queda espacio" del conductor antes de salir. Y al reponerme vi que el grotesco bus a reventar de gente, que apenas avanzaba por el peso, se perdía dandole vuelta a una esquina lejos de mi vista. "Qué cosa mas rara" pensé en mis adentros.

Pero al parecer el autobus me había dejado en un lugar incorrecto, justo enfrente de una pequeña plaza, tardé en reconocerla pero pude ubicarme, antes había estado ahí, mire mi reloj y como aun tenía tiempo me dirigí a la parada que estaba ahí cerca y a esperar otro bus que me dejara en la torre del reloj, que sería mi ultima parada antes de llegar a la Plaza del Discóbolo, una plaza muy alejada de mi casa pero que con sus multiples negocios y restaurantes pintorescos la hacían el lugar ideal para una reunión informal. Espere unos minutos cuando un sonido estridente captó mi atención, un autobus de aspecto destartalado, pintado de negro y en menor proporción rojo, de oscuros vidrios hacía parada a mi señal; el automotor estaba maltrecho, oxidado, y parecía que estaba por desarmarse; su motor, se oía espantoso. "Este viaje no será nada placentero, ni modo, todo por llegar a tiempo"- Pensé mientras abordaba la unidad con su brillante "R-80" en su cabecera. El conductor era un señor mal encarado de piel morena, con mutiples arrugas, nada amigable a mi parecer. Habían unas tres personas detras de mi esperando abordar el bus, al cruzar el cuenta personas y pagar mi pasaje me di cuenta... !Que no habia pasillo central¡ Se podían ver los ejes negros del bus y más abajo la calle, ¡"¿Que demonios es esto?"! Dije airado al conductor, a lo que el conductor furioso replico "¡Está retrasando la fila, sientese o lo mato!". La horrible mirada del conductor me llenó de terror y al darme la vuelta vi que el resto de pasajeros que estaban sentados (pues el piso de los asientos aun estaba ahí) tenían la misma mirada mía de pavor. Ayudado de la barra superior y de los asientos intenté buscar un puesto vacío justo cuando el autobus tomaba impulso. De repente una de las barras superiores (eran dos) se desprendió y calló a la carretera junto con un par de ventanas de asientos traseros. "¡No dañe el bus!" dijo el conductor enojado y apenas pude responderle "¡Pero que demonios le pasa, este bus está a punto de desarmarse!". Con rabia me senté en el asiento vacío, pero el sonido del bus, la vibración excesiva de la unidad y el halo de humo que despedía hacían imposible un viaje placentero. Con temor me di cuenta que el conductor cada vez aceleraba más y no frenaba, y con horror me volvía a descubir que el piso de los asientos se desmoronaba callendo en la calle junto con varios vidrios y algunos asientos. Veía con horror como todo se desvanecía entre los negros ejes del bus. "Pare" "Dentengase", gritaban los pasajeros pero el ruido del motor hacía inaudibles los gritos desesperados al conductor que ahora estaba separado por una gran distancia, pues los hacientos delanteros habian caído. Veía con tremendo miedo como algunos pasajeros se subían desesperados a los respaldos de sus asientos y caian en la carretera perdiendose a lo lejos. En un punto, las paredes laterales del bus se desarmaron, dejando ver una hilera de edificios que pasaban a gran velocidad, solo quedaban algunos asientos en pie, el techo y una barra central, sostenidos por la pared trasera y delatera del bus, algunos pasajeros saltaban a los costados despavoridos, pero a esa velocidad solo Dios sabía que les esperaba. Mi respaldo (era lo unico que quedaba) estaba a punto de ceder, y con miedo veía la calle correr bajo mis pies, justo antes de caer y ser aplastado por las ruedas me logre sujetar de la barra central quedando colgado, en ese mismo estado estaban unas cinco personas, colgadas de la barra, a esa altura ya no habían asientos, solo un gran agujero, gritabamos pero no había nadie en las calles y el conductor como loco aceleraba en una linea recta que cuyo unico destino, sentía yo, era la muerte. Mis fuerzas me faltaban y mis dedos se deslizaban, pero justo cuando creí que caería a mi muerte el conductor frenó bruscamente, dejando oir un horrible chillido que perforó nuestros oidos. Al final pude mantenerme en la barra y escuché como el conductor corría fuera del bus (de lo que quedaba) gritando despavorido: "¡fuego, fuego!" y en efecto, el chasis negro del bus y su motor ardían en llamas, cubriendo todo de un denso humo negro, ante esto no me inmute y me solte de la barra, salí del demacrado autobus y muerto en miedo corrí muchas cuadras abajo, lejos de ese maldito bus.

Cuando recobré el aliento, me di cuenta que estaba en un lugar bastante desconocido para mí, aún algo lejos de la plaza del discóbolo, mi cita era muy importante y no podía faltar, vi mi reloj y aun tenía tiempo, auque el bus me había dejado muchas paradas adelante de la que me tocaba, por fortuna conocía de un bus que me llevaría directo a la plaza, después de mucho pensar, decidí que tomaria otro bus, esperando que no aconteciera nada extraño en él, camine unos minutos hasta ubicarme en la parada enfrente de la Iglesia de Monteblanco, estaba solo en la calle y los altos edificios grises me miraban intimidandome, en ese momento me sentía incomodo y solo quería irme de allí.

Al rato paso mi tercer bus, de apariencia normal, uno de la "R-20". Al entrar vi que todo estaba en orden, salvo que solo habían dos puestos libres y todos estaban ocupados por personas que vestían de negro. "¿Algún velorio?" Me dije a mi mismo tratando de convencerme de que todo iba a estar bien y que llegaría sin problemas al Discobolo. El conductor del bus me apresuró molesto, era un hombre gordo en demasia, grasiento con una expresión grotesca y sudorosa en su cara, me dio cierto asco ese hombre, pero decidí abordar, pagué mi cuota y me senté en uno de los dos puestos, el del lado de la derecha. Trate de serenarme durante el viaje, el discobolo no estaba muy lejos, pero a veces volteaba y veía las miradas amenazantes de todos los pasajeros de negro que se lanzaban unos contra otros, eso terminó de asesinar mi tranquilidad. "No me puede estar pasando esto" pensé... a pesar de eso el viaje fue normal, y aliviado respire y baje mi cabeza un momento. El bus se detuvo momentos después y sentí como alguien o algo pesado subía al bus, levanté la mirada y lo que ví casi me hace gritar despavorido: Un monstruo, exacto, un mostruo acababa de subir al bus, era grotesco, cubierto de algo que me pareció grasa, era gordo, enorme, y avanzaba pesadamente, su piel parecía de escamas pero cubiertas con pustulas, tenía una boca ancha con una lengua jadenate y punzante y sus ojos, parecian los de un pez.

Pude ver como se sentaba en el asiento delantero izquierdo, el unico que estaba libre, no salía de mi asombro y me maldije por subir a ese autobus, pero lo que me inquietó mas fue que todos los pasajeros dirigían miradas hostiles y asesinas al tal monstruo, cuchicheaban entre sí, murmuraban cosas malvadas. Tenía miedo, quise bajarme pero había un señor de aspecto perturbador guardando la puerta de salida y no dejaba que nadie saliera, me desesperé, pero mi pavor se volvió inmesurable cuando vi como los pasajeros sacaban de sus mangas y faldas, enormes cuchillos y algunos se levantaban acercándose amenzadoramente al monstruo que nada hacía. Cuando estaban a punto de llegar a su asiento (yo estaba horrorizado) un sonoro "NO" se escuchó en el autobus, los pasajeros con sus cuchillos corrieron a sus asientos, cuando de entre ellos salía una muchacha joven con largos cabellos rubios, muy hermosa a mi gusto, y corría desde atrás y se sentaba a la par del monstruo, abrazándolo; el conductor, grotesco, veía a través del espejo todo esto mientras manejaba y parecía divertirle. En mis adentros repetía "Esto no me puede estar pasando, esto es un maldito sueño, esto no es real es una maldita pesadilla" mientras me llevaba los brazos al rostro y sollozaba del puro estrés. Todo estuvo tranquilo un rato, pero luego los pasajeros volvieron a sacar sus cuchillos y mirando hostilmente a la bestia, se dirigían a el, buscando asesisnarlo, la muchacha no se percataba del peligro y no soltaba al engendro que perdía su mirada en el techo del bus. Estuve a punto de lanzar un grito al ver como uno de los pasajeros con mirada furibunda alzaba el cuchillo sobre la cabeza del monstruo cuando de repente el bus frenó de repente y la puerta delantera se abrió; el conductor obeso empezó a lanzar chillidos dignos de una tortura cuando desesperadamente trataba de escapar por su ventana lateral,  todos los pasajeros voltearon su mirada a la puerta deteniendo lo que hacían, cuando entró al bus un policía, de mirada solemnte y decidida. Hechó un vistazo mínimo y gritó "¿Que demonios es todo esto? Abandonen todos ustedes esta unidad de transporte... ¡YA!" Pude ver como los pasajeros huían del bus despavoridos, fije mi mirada en el asiento del monstruo pero ya no estaba; el autobus quedó vacío en un segundo, el policía me pregunto "¿Estas bien?" a lo que apenas pude asentir vagamente, presa del miedo aún.

Bajé del autobús, lo observé detenidamente tratando de convencerme de que lo que había pasado era una falacia, un sueño mal soñado, una pesadilla perfecta. Di media vuelta, y enfrente de mi se levantaba un monumento cobrizo de un autor extranjero, el monumento del discóbolo, había llegado a la plaza a pesar de todo. Mire mi reloj incrédulo, justo a tiempo... Volteé para ver el bus por ultima vez, que estaba siendo revisado por el policía, me arreglé mi camisa y mi pantalón, y caminé a través de la plaza en dirección al café donde sería mi reunión, esperando... que el tiempo alguna vez borrara mis recuerdos de ese día.