Cuentos

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Que tu pluma sea la que dibuje tu horizonte

martes, 3 de enero de 2012

El piso 5 (los sueños)

Había llegado a la ciudad unos meses atrás, me habían ofrecido una beca en la Universidad local y en ella incluía mi propio alojamiento en un complejo de apartamentos cerca del mismo centro de la ciudad. El trayecto me resultaba bastante accesible y cercano, por lo cual estaba yo muy a gusto, tenía 18 años cumplidos hace rato y acababa de terminar mi bachillerato en el Liceo Asturiano. Estaba viviendo por mi cuenta en aquel edificio de apartamentos, un armatoste de piedra y cemento del siglo pasado, con buena vista y apartamentos muy amplios y cómodos; además en el quinto piso se podía disfrutar de una panorámica privilegiada de aquella ciudad mágica y humeante que se extendía ante mí. Durante las mañanas asistía a mis clases y durante la tarde acudía a algún lugar de diversión o me entreneía en mi trabajo de bartender temporal, sólo por pasar el rato. Mi vida era sumamente perfecta, excepto por una cosa: enfrente de mi apartamento vivía una muchacha, ella sola, tenía mi misma edad, píel rosada y clara y una mirada de color café oscuro penetrante y atrayente, su cabello castaño oscuro caía libremente por su espalda y.. pues... su cuerpo era perfecto, sus muslos tan firmes y su torso tan esbelto, sus curvas invitaban al deseo y a mucho más... jamás le hablaba, aunque en el colegio muchachas nunca me faltaron; habíamos cruzado miradas antes pero había algo en ella que me atrapó en aquel momento y nunca más me soltó. A partir de ese inicial momento, durante las noches me visitaban todo tipo de extraños sueños: siempre eramos ella y yo, pero lo raro es que siempre estábamos desnudos:

Una vez soñé que aparecía en un enorme tablero de ajedrez, atado a uno de los caballos del rey blanco, del otro lado, la muchacha, Ely me veía sobre el rey negro, y reía al verme en mi precaría situación, ese horrible escenario acabó cuando el alfil negro destruyo a mi caballo gritando yo de miedo, ahí desperté.

Otra noche soñé que entraba a una habitación enorme, un baño, urgido de una necesidad que no describía, me senté en el inodoro sin levantar la tapa, para darme cuenta que no podía levantarme de él, ahí desnudo en medio de la oscuridad del baño (por que siempre estaba oscuro en mis sueños) la risa de Ely desgarraba el silencio, mientras aparecía, desnuda, desde la ducha acercandose a mi... pude despertar justo cuando alzó sus manos contra mi cuello.

Cabe mencionar que despierto la deseaba como nadie, pero en mis sueños era incapaz de sostener la mirada en su cuerpo desnudo, mi vista huía despavorida de su busto o lejos de su pelvis, muchas veces escondiendome en el abismo o en la misma mirada inequívoca de la Ely de mis sueños.

Una vez me sorprendí despertándome (en sueños) en mi cuarto de penumbras, para descubrir que Ely volaba suavemente tobre mi cabeza, esperando a que despertara, decía -"Se que me miras en secreto y me deseas en secreto".

Otra ocasión me encontraba rodeado de espejos negros en los que mi cuerpo se proyectaba infinitamente, solo para darme cuenta que la figura de Ely se escondía detrás de mi, acariciando mi espalda. O como en otro sueño en le que aparecía atado a una silla mientras Ely reía y daba saltos alrededor de mi, escuchando mis desesperados gritos de auxilio que se perdían un las sombras sin fin.

Todas las veces despertaba asfixiado, sudando frío y con gran sobresalto. Palpando mi rostro para saber si aun seguía en algún sueño perturbador. Llevaba así casi un mes, cuando una noche despues de otro de mis sueños ( o fantasías) con Ely, desperté y me levante tratando de recuperar la calma, me encontraba desnudo, a veces dormía así, pero temí que fuera otro sueño, pero todo parecía normal. Salí al pasillo para darme un poco de aire (pues estaba muy frío para abrir la ventana) solo para descubrir que la puerta de enfrente estaba entreabiera y en ella estaba Ely, sin ropa alguna exhibiendo aquel busto con el que tanto había soñado, la miré y me quedé estático, frío, con terror... Ely me hizo señas en medio de sonrisas, para que la siguiera adentro de su apartamento mientas se daba la vuelta dejandome ver esa exquisita parte trasera con la que tanto había fantaseado despierto. Como hipnotizado por lo sucedido la seguí sin conciencia alguna dentró del apartamento 144 arrastrando mis pies ante una voluntad que creía ya había cecido.

Y bueno... lo que sucedió después... aun no se si fue real o una fantasía.