Cuentos

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Que tu pluma sea la que dibuje tu horizonte

jueves, 17 de mayo de 2012

Subsconsciente I


En ese día gris y frío pude despertarme no sin una gran dificultad, particularmente no me sentía muy animado pues las noches anteriores habían sido muy ajetreadas y tensas; lentamente me dirigí al baño a tomarme una ducha, la simple idea de tener que ir a trabajar ese día generaba en mí una profunda depresión. Bajé a la cocina y me prepare un frugal desayuno, por la ventana el tono gris del ambiente no había hecho más que empeorar; luego de esto me subí al auto y salí de mi recinto. Andaba poco concentrado y conduje bastante mal todo el camino, mis reflejos me fallaban por ratos, no sé como es que no causé un accidente en el camino al trabajo. Tiempo despúes llegué al estacionamiento de la empresa y aparqué el vehículo, en serio quería estar en mi cama durmiendo en ese momento, la cabeza me palpitaba un poco, punzante de dolor.

Con pesar me bajé del auto esa mañana, me invadía un cansancio tremendo y sentía dificultad para respirar, quizá por el frío; caminé los metros cotidianos hasta entrar en el edificio, un letreo azul con el mensaje "Techno Axioma" me daba la bienvenida. Me anoté en el puesto de llegadas, “32 minutos tarde esta vez” me dije, y me dispuse a ir a mi cubículo casi trotando para desperezarme un poco.


Estando ahí, esperé a que me mandaran las instrucciones de que hacer, al parecer, me llegarían en una media hora; con ese tiempo muerto, me dispuse a tomar café y a dormir un poco, puesto que la noche anterior, estuve despierto hasta muy tarde. Mis ojos se nublaron cada vez más, hasta que caí prufundamente dormido. Eran las 8:31 am.

Empecé a soñar: ¡Que mundo más extraño y diferente el que me he encontrado!, luces centellantes multicolores, explotan a mi alrededor, hay confusas líneas que adornan un pavimento de propiedades camaleónicas, ruidos alegres pero a la vez incomprensibles, y sensaciones que nunca había experimentado, era como si todo mi alrededor explotara en una infinidad de colores y sonidos jamás escuchados por el hombre; por un momento pensé que mi cabeza explotaría, y cuando creí que ya había sucedido, me encontré en un sendero que se serpenteaba por unas colinas grises oscuras, el cielo era de color gris-cafezusco y no había sol alguno, habían unas nubes o cosas nebulosas de color rojo, azul y morado flotando suavemente sobre mi cabeza.

La naturaleza de ese lugar sobrepasaba de los límites de lo ordinario, mi cabeza daba miles de vueltas tratando de comprender el paisaje que me rodeaba. Yo, si es que me podía describir así (ya que me sentía como alguien totalmente distinto), seguí caminando por el sendero, hasta que logré divisar un árbol, un demacrado y viejo árbol, ya sin hojas. En ese lugar se encontraba un hombre de aspecto gris pálido, tocando lo que me pareció era una flauta. Me senté a unos metros de él, y le salude.

El hombre no entendía mi idioma, así que de alguna manera realizó un nexo mental entre ambos, como para hablar con la mente; ¿como supe eso? es un misterio. Hablamos por largo rato sobre temas que hasta ahora siguen guardados en el olvido, hasta que le pregunté, casi al final, qué era este lugar. Él me respondió:

"Involuntariamente te desconectaste de la realidad en la oficina, y tu yo mental vino a parar en este lugar, el subconsciente, el lugar más escondido de tu mente; a mi me sorprendió tu visita, usualmente la gente no vuelve a tener contacto con sus recuerdos una vez que los tiene y los olvida, y más de esta manera, llevas tiempo sin visitar el Valle de Dyol”

“¿Qué es el Valle de Dyol?” pregunté

“¿No lo recuerdas? Te lo mostraré” me dijo

La niebla empezó a retroceder y dejó ver unas estructuras que mas parecían ruinas. Ruinas de una ciudad, una ciudad que hubiese pasado por un desastre, caminamos un rato, y nos detuvimos el un lugar que parecía un parque, estando ahí, él empezó a hablar:

“Recuerdo que el Valle de Dyol alguna vez fue un lugar lleno de vida, el Valle permaneció en este lugar justo antes del Portal Infinito desde que lo imaginaste por primera vez, cuando eras un niño; vivíamos alimentándonos de tus fantasías y de tus recuerdos; cuando creciste olvidaste este lugar, entonces empezó a decaer y a resquebrajarse hasta lo que es ahora; ¿Recuerdas las luces centellantes cuando viniste? -Si. ¿Qué eran?- pregunté-  pues fue debido al estilo de vida que llevas, estabas muy alterado, y debido a ese estrés en tus nervios, tu sistema falló, tus neuronas enloquecieron y pararon, todos esos colores y explosiones qie vistes solo evidencian el estado actual de tu cabeza, bajo toda esa presión y de alguna manera que no se puede explicar, terminaste llegando aquí.”

A medida que hablábamos, iba comprendiendo cada vez más que estaba pasando, ya que antes no tenía idea, el viejo me contaba cosas maravillosas y lugares imposibles, me dijo que nuestros recuerdos son las únicas posesiones que nos llevamos cuando morimos y que son la esencia misma de lo que somos; maravillado por lo que decía poco a poco empecé a recordar este lugar.

“Entonces... tu debes ser Asmalof”

“Has acertado”

Asmalof fue algo algo parecido a un amigo imaginario de mi infancia, un viejo compañero de mis aventuras de niño; pocas veces me había puesto a recordar cosas de mi niñez, en esa estapa de nuestras vidas es donde más afloran los sentimientos más sinceros y las aventuras más emocionantes. Me fue muy grato recordarle nuevamente ya que por completo había olvidado su existencia... después de esto, él empezó a recobrar su antiguo color y juventud.

“Al recordar, haces volver a la vida al Valle de Dyol, vuelves a darte vida”

“Entonces, ¿debo recordar y regresar a la vida a Dyol? ¿Es esa mi misión?”

“No, como te dije, tu no deberías estar aquí, tu presencia ha alterado a los otros recuerdos y a otras partes de tu subconsciente, más allá del Portal del Olvido hay más lugares, que pueden llegar a colapsar si tu permaneces mucho tiempo en este lugar, aparentemente la solución a todo este problema yace en el Abismo Profundo”

“¿Cómo sabes todo esto?” pregunté un poco impaciente.

“Nosotros los recuerdos somos seres muy sabios, hemos vivido miles de vidas; y claro, siempre sabemos que es lo que pasa en tu subconsciente, dentro de tu mente”

“Bueno, ¿y porqué debo hacer esto yo? ¿No bastaría con que me despertara?”

“Si tus recuerdos colapsan, morirás; en la realidad es algo que ustedes en la realidad le llaman “hipertensión” o "infarto" algo así, o peor aún, tu mente entera colapsaría y entrarías en estado de coma el resto de tu vida.”

Oír esto me aterrorizó, sentía la obligación de ir, pero a la vez no quería, todo se me antojaba demasiado ficticio para ser verdad, ¿Un sueño quizá? No tenía la mas minima idea, pero si no lo hacía moriría, al menos eso decía Asmalof, y tampoco quería eso. Ante estas insospechadas noticias asentí seguir, confiando en que todo lo que pasaba ahí era un mal sueño, a final de cuentas tarde o temprano despertaría..

Seguimos avanzando y a medida que salíamos del Valle de Dyol yo recordaba cada vez mas cómo era ese mágico lugar creado por mi mente; al salir al sendero, las ruinas se habían vuelto casas y la cuidad no parecia lugar de una catástrofe, sino una recién construída, con árboles y mucho color. No podía creer lo que veía ante mis ojos pero me alegró ver al viejo Valle de Dyol recobrar su antigua luz.

Junto con Asmalof y sin pronunciar palabra alguna, seguimos conversando, caminando hasta donde el sendero veía su fin sin saber las cosas que me depararía el futuro en aquel extraño lugar, mi subconsciente...

miércoles, 16 de mayo de 2012

El centro comercial

Estela era una de las muchas personas que acudían al centro comercial a diario, ese día ella necesitaba comprar algunas cosas para unas diligencias que tendría en los días posteriores; el parqueo del recinto se vislumbraba a rebalsar, por lo que Estela se tardó casi una hora en encontrar un puesto vacio que tuvo que disputar con un malhumorado señor de bigote tupido.

Al aproximarse a una de las entradas del recinto ante Estela se imponía una estructura vasta, un armatoste de concreto de tres pisos, no es la primera vez que Estela acudía al centro comercial, antes había ido con sus pequeños hijos después de sus clases, en un intento de evitarse la molestia de prepararles almuerzo, muchas veces no somos conscientes de lo que comemos, y de que eso que ingerimos es para nuestro organismo un engrudo dañino de mal gusto, claro, lo esencial es manter al paladar consentido a expensas del resto de nuestro cuerpo y en eso se especalizan los de la comida rápida; Estela caminaba apresurada entre los pasillos buscando el negocio de su conveniencia, a sus lados aparecían una infinidad de vitrinas con cosas brillantes y bonitas que incitaban a ser compradas: muchas de las cosas que son puestas a la venta obedecen no a una necesidad real por ellas, sino por el simple gusto o estatus que estas nos generan, las tiendas se vacían de sus cosas, nuestras casas se llenan de objetos sin valor y estamos conformes con eso.

El tiempo pasaba más rapido de lo que Estela podía imaginar, sin darse cuenta ya tenia un par de bolsas de compra en las manos que ni ella era capaz de explicar, pero aun faltaba rato para terminar su visita, las personas pasaban a la par de ella, veían las vitrinas y se detenían alegres viendo que cosas podían conseguir en una vorágine de gasto que es tan común en nuestros días, pareciera que el dinero, ese bien que tanto empeño ponemos en conseguir es una especie de mal del cual tenemos que deshacernos rapidamente, quemar y quemar, gastar y gastar. En la cabeza de Estela eso pasaba por su mente, de repente miles de cosas pendientes de conseguir se le vinieron de la nada, ella caminada, entraba, veía, salía y compraba en un circulo idéntico cuya diferencia eran las cosas que ella compraba. El tiempo pasaba, y en los brazos de Estela ya no colgaban un par de bolsas, sino seis, ocho o diez; ni ella misma estaba segura de todo lo que compraba. Poco a poco Estela se sentía atraída por los letreros luminosos y cuerpos esbeltos que aparecían por doquier.

Los anuncios publicitarios se han convertido en los nuevos árboles de nuestra jungla de cemento.

En todos lados se ofrece lo mejor, el remedio ultimo para la satisfación de los problemas de las personas, el ultimo ungüento, el ultimo par de zapatos, el alimento mas delicioso, un sin fin de cosas; cosas, tan vacías como las mismas personas que las concibieron. Estela se encotraba a si misma abstraída por todo lo que ese lugar le ofrecía. Cada vez se hacía mas tarde y Estela empezó a tener hambre, miró a su alrededor y en ingresó en un establecimiento de hamburguesas con la intención de saciar esa hambre que misteriosamente había surgido en ella; en la puerta del establecimiento, un muchacho de cabello largo, camisa a cuadros, un poco alto y con expresión taciturna se ofreció a tenerle la puerta para que ella pudiera entrar pues ella tenía muchas bolsas en las manos; el muchacho luego de esto se marchó.

Eso que comes, no es comida real, y tu lo sabes muy bien.

Estela buscó asiento y luego se dirigió a hacer su pedido, se decidió por la hamburguesa con más carne que había en el mostrador, las personas sentadas en el restaurante trabajosamente trataban de terminar la comida que habían ordenado, lucían preocupados algunos de ellos. Estela engullía energicamente su comida, respiraba trabajosamente, llego un momento en que se detuvo, apenada, y recordó su sobrepeso que tanto había aquejado su vida desde  hace algun tiempo; apenada dejo su hamburguesa a medio comer y se marchó de ahí.

Hay muchas maneras de vivir una vida, sin embargo, solo tienes una, aprovéchala, cuidate y aprende a ser feliz... si no, preparate para conocer el lado tortuoso de ella.

Estela salió la parqueo del centro comercial, era muy tarde ya, su escapada había tomado más tiempo del debido; pero se dio cuenta de que el parqueo estaba repleto, eran hileras de automóviles que buscaban un puesto, pero eran tantos que ni siquiera avanzaban, de ellos emanaba un humo negro con hedor a quemado que daba a ese lugar una apariencia nebulosa; los conductores evidenciaban rostros de desesperación y angustia por querer salir de allí.

Estela, presa del miedo, dio media vuelta y entró de nuevo al centro comercial.