Cuentos

Cuentos
Que tu pluma sea la que dibuje tu horizonte

miércoles, 22 de febrero de 2012

En la quebrada

En un día nublado, un muchacho deambulaba en las cercanías de una quebrada que con los días lluviosos había desbordado numerosas veces, como era habitual en ese país durante esa época. A un lado una baranda hecha en pasados intentos de mitigación recorría gran tramo del río que borboteaba acrecentado al fondo, del otro lado se veían unas casas de lámina y plásticos, algunas afortunadas de ladrillo que peligrosamente se asomaban por el borde, a punto de ceder ante la inclemencia del aroyo gris enfurecido, una alfombra de piedras blancas de todos tamaños servía de carretera para el río cuyo nombre yacía perdido en la imaginación colectiva.

El muchacho vivía por esas zonas vulneables, una zona pobre y delicitva, una sociedad mugrienta de la cual se había contagiado el muchacho años atras, en su bolsillo guardaba una navaja con la cual intimidaba y hería para ganar su sustento. Camiando por la baranda encontró a otro muchacho, de facciones delicadas y claro de pieles; en él, el delincuente vio a su próxima víctima, y sintinedo su arma en el bolsillo se acercó al otro muchacho, que apoyado en la baranda perdía su mirada en las deprimentes viviendas del otro extremo.

-¿Que ondas?, ¿Que hacés loco?- exclamó el muchacho mientras se aproximaba amenazante a su divagante presa, estando cerca y a punto de enfundar su cuchillo, oyó la respuesta:

-Nada, veo las casas a punto de caer. Sabes, quiero ser un gran arquitecto y muy famoso, y entonces haré una gran obra aquí mismo y evitaré que estas casas se desmoronen y caigan el en río, así las familias se sentirán seguras y no temerán a las lluvias. Solo eso.- dijo el joven sin cambiar su semblante.

El delincuente se detuvo, miró con desprecio al muchacho, dio media vuelta y se marchó... en busca de otra víctima mejor... sin poder dejar de llorar.


-