Cuentos

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Que tu pluma sea la que dibuje tu horizonte

domingo, 8 de abril de 2012

Un viaje en autobús

-...porque hay algo malo en el transporte colectivo-

Diversas estructuras de concreto y láminas de variados colores se erigen a mi alrdedor mientras veo mi reloj de mano, uno de cuero cafe, regalo de un pariente ya lejano; me doy cuenta que voy unos minutos tarde a mi reunión. Esta semana el automovil estará en el taller, por lo tanto  tendré que tomar el autobus, una práctica que no me desagradaba del todo pues durante mis estudios universitarios era el medio de transporte predilecto. Conocía bien todas las rutas de la cuidad, el trayecto lo tendría que hacer tomando dos rutas distintas, en menos de 45 minutos estaría en mi lugar de destino, apresuré el paso y me detuve en la parada más próxima a mi hogar, una que se ubica enfrente de una panadería; a pesar de era domingo, un día ligero en tráfico, las calles estaban demasiado desiertas y tranquilas, pocas personas caminaban por las haceras y la tenue luz de sol difuminada por una leve bruma otorgaban a ese lugar un toque distante y poco radiante. A mi lado una mujer de cierta edad indiferentemente esperaba que nuestro bus llegara por nosotros.

Pasamos un buen rato esperando pero no mucho tiempo despues apareció el bus y en su carrocería resaltaba brillantemente la "R-45", mi ruta. A medida que se acercaba me pude dar cuenta de que estaba bastante lleno, todos los asientos estaban ocupados y ya habían personas de pie aglomeradas en el pasillo del ya muy deteriorado bus. -"Por el amor de Dios, es domingo"- me dije a mis adentros decepcionado y pude captar ese mismo sentimiendo en la mirada de la mujer. Abordamos el bus, cancelamos la cuota con el conductor y sus frías palabras de respuesta fueron: -"Camine hasta el fondo, hay espacio"- Dificultosamente me pude colocar en la mitad del pasillo, de pie, agarrado de las barras del techo para evitar caer, las personas a mi alrededor eran calladas y parecían malhumoradas. -"No hay espacio"- asumí yo.

Íbamos avanzando y yo perdía mi mirada entre las casas y edificios que pasaban, en las paradas siguientes se subían mas personas, -"Maldición"- balbuceé, y las palabras del conductor se oían con fuerza en cada parada. Poco a poco se iba aglomerando más y más gente, a lo que el conductor respondía, "Camine, aun hay espacio", en algunas paradas se bajaban personas, pero erán mas las que subían. Era dificultoso respirar en ese punto, todo estaba apretado; al rato, los asientos que eran para dos pasajeros eran compartidos por tres, para liberar algo de espacio, entre las personas habían muchas quejas, pero el conductor  solo replicaba: "Aun hay espacio, caminen hasta el fondo", la situación se tornaba demasiado rara e incómoda, ahora algunas personas se sentaban encima de otras debido al espacio, y el pasillo central estaba tan abarrotado de gente que era imposible caminar bien, sentí temor al darme cuenta que no podía ver al exterior del autobus, debido a la cantidad de personas que habían ahí, al fondo se seguían escuchando las palabras del conductor: "¡Camine, camine!"- Había un horrible malestar, y tenía los rostros de las personas rozando mis mejillas, y nuestros cuerpos se aprisionaban unos contra otros, "Maldición, moriré acá"- pensé, y trabajosamente traté de dirigirme a la salida, los quejidos de dolor de las personas no faltaron, pero mis ansias de salir me hicieron ignorarlos; dejé de sentír la barra superior y casí me arrastraba poco a poco cerca del suelo, sumergido en un mar de piernas, habían quejidos, muchos; incluso gritos, era una locura. Cuando estaba a punto de desfallecer por la presión pude ver que unas personas lograban bajarse del bus, pues ahí estaba la puerta de salida, había llegado casi al final del bus. Podía ver la carretera, la acera a unos centímetros de mí, con gran esfuerzo me lanzé a mi mismo entre las personas logrando llegar a la puerta, apenas pude sentir el aire fresco del exterior, me arme de fuerzas para salir definitivamente del bus dando de bruces con el suelo de la acera justo antes de que el conductor cerrara las puertas, aprisionando a los pasajeros. Aun pude escuchar el horrible "Camine, aun queda espacio" del conductor antes de salir. Y al reponerme vi que el grotesco bus a reventar de gente, que apenas avanzaba por el peso, se perdía dandole vuelta a una esquina lejos de mi vista. "Qué cosa mas rara" pensé en mis adentros.

Pero al parecer el autobus me había dejado en un lugar incorrecto, justo enfrente de una pequeña plaza, tardé en reconocerla pero pude ubicarme, antes había estado ahí, mire mi reloj y como aun tenía tiempo me dirigí a la parada que estaba ahí cerca y a esperar otro bus que me dejara en la torre del reloj, que sería mi ultima parada antes de llegar a la Plaza del Discóbolo, una plaza muy alejada de mi casa pero que con sus multiples negocios y restaurantes pintorescos la hacían el lugar ideal para una reunión informal. Espere unos minutos cuando un sonido estridente captó mi atención, un autobus de aspecto destartalado, pintado de negro y en menor proporción rojo, de oscuros vidrios hacía parada a mi señal; el automotor estaba maltrecho, oxidado, y parecía que estaba por desarmarse; su motor, se oía espantoso. "Este viaje no será nada placentero, ni modo, todo por llegar a tiempo"- Pensé mientras abordaba la unidad con su brillante "R-80" en su cabecera. El conductor era un señor mal encarado de piel morena, con mutiples arrugas, nada amigable a mi parecer. Habían unas tres personas detras de mi esperando abordar el bus, al cruzar el cuenta personas y pagar mi pasaje me di cuenta... !Que no habia pasillo central¡ Se podían ver los ejes negros del bus y más abajo la calle, ¡"¿Que demonios es esto?"! Dije airado al conductor, a lo que el conductor furioso replico "¡Está retrasando la fila, sientese o lo mato!". La horrible mirada del conductor me llenó de terror y al darme la vuelta vi que el resto de pasajeros que estaban sentados (pues el piso de los asientos aun estaba ahí) tenían la misma mirada mía de pavor. Ayudado de la barra superior y de los asientos intenté buscar un puesto vacío justo cuando el autobus tomaba impulso. De repente una de las barras superiores (eran dos) se desprendió y calló a la carretera junto con un par de ventanas de asientos traseros. "¡No dañe el bus!" dijo el conductor enojado y apenas pude responderle "¡Pero que demonios le pasa, este bus está a punto de desarmarse!". Con rabia me senté en el asiento vacío, pero el sonido del bus, la vibración excesiva de la unidad y el halo de humo que despedía hacían imposible un viaje placentero. Con temor me di cuenta que el conductor cada vez aceleraba más y no frenaba, y con horror me volvía a descubir que el piso de los asientos se desmoronaba callendo en la calle junto con varios vidrios y algunos asientos. Veía con horror como todo se desvanecía entre los negros ejes del bus. "Pare" "Dentengase", gritaban los pasajeros pero el ruido del motor hacía inaudibles los gritos desesperados al conductor que ahora estaba separado por una gran distancia, pues los hacientos delanteros habian caído. Veía con tremendo miedo como algunos pasajeros se subían desesperados a los respaldos de sus asientos y caian en la carretera perdiendose a lo lejos. En un punto, las paredes laterales del bus se desarmaron, dejando ver una hilera de edificios que pasaban a gran velocidad, solo quedaban algunos asientos en pie, el techo y una barra central, sostenidos por la pared trasera y delatera del bus, algunos pasajeros saltaban a los costados despavoridos, pero a esa velocidad solo Dios sabía que les esperaba. Mi respaldo (era lo unico que quedaba) estaba a punto de ceder, y con miedo veía la calle correr bajo mis pies, justo antes de caer y ser aplastado por las ruedas me logre sujetar de la barra central quedando colgado, en ese mismo estado estaban unas cinco personas, colgadas de la barra, a esa altura ya no habían asientos, solo un gran agujero, gritabamos pero no había nadie en las calles y el conductor como loco aceleraba en una linea recta que cuyo unico destino, sentía yo, era la muerte. Mis fuerzas me faltaban y mis dedos se deslizaban, pero justo cuando creí que caería a mi muerte el conductor frenó bruscamente, dejando oir un horrible chillido que perforó nuestros oidos. Al final pude mantenerme en la barra y escuché como el conductor corría fuera del bus (de lo que quedaba) gritando despavorido: "¡fuego, fuego!" y en efecto, el chasis negro del bus y su motor ardían en llamas, cubriendo todo de un denso humo negro, ante esto no me inmute y me solte de la barra, salí del demacrado autobus y muerto en miedo corrí muchas cuadras abajo, lejos de ese maldito bus.

Cuando recobré el aliento, me di cuenta que estaba en un lugar bastante desconocido para mí, aún algo lejos de la plaza del discóbolo, mi cita era muy importante y no podía faltar, vi mi reloj y aun tenía tiempo, auque el bus me había dejado muchas paradas adelante de la que me tocaba, por fortuna conocía de un bus que me llevaría directo a la plaza, después de mucho pensar, decidí que tomaria otro bus, esperando que no aconteciera nada extraño en él, camine unos minutos hasta ubicarme en la parada enfrente de la Iglesia de Monteblanco, estaba solo en la calle y los altos edificios grises me miraban intimidandome, en ese momento me sentía incomodo y solo quería irme de allí.

Al rato paso mi tercer bus, de apariencia normal, uno de la "R-20". Al entrar vi que todo estaba en orden, salvo que solo habían dos puestos libres y todos estaban ocupados por personas que vestían de negro. "¿Algún velorio?" Me dije a mi mismo tratando de convencerme de que todo iba a estar bien y que llegaría sin problemas al Discobolo. El conductor del bus me apresuró molesto, era un hombre gordo en demasia, grasiento con una expresión grotesca y sudorosa en su cara, me dio cierto asco ese hombre, pero decidí abordar, pagué mi cuota y me senté en uno de los dos puestos, el del lado de la derecha. Trate de serenarme durante el viaje, el discobolo no estaba muy lejos, pero a veces volteaba y veía las miradas amenazantes de todos los pasajeros de negro que se lanzaban unos contra otros, eso terminó de asesinar mi tranquilidad. "No me puede estar pasando esto" pensé... a pesar de eso el viaje fue normal, y aliviado respire y baje mi cabeza un momento. El bus se detuvo momentos después y sentí como alguien o algo pesado subía al bus, levanté la mirada y lo que ví casi me hace gritar despavorido: Un monstruo, exacto, un mostruo acababa de subir al bus, era grotesco, cubierto de algo que me pareció grasa, era gordo, enorme, y avanzaba pesadamente, su piel parecía de escamas pero cubiertas con pustulas, tenía una boca ancha con una lengua jadenate y punzante y sus ojos, parecian los de un pez.

Pude ver como se sentaba en el asiento delantero izquierdo, el unico que estaba libre, no salía de mi asombro y me maldije por subir a ese autobus, pero lo que me inquietó mas fue que todos los pasajeros dirigían miradas hostiles y asesinas al tal monstruo, cuchicheaban entre sí, murmuraban cosas malvadas. Tenía miedo, quise bajarme pero había un señor de aspecto perturbador guardando la puerta de salida y no dejaba que nadie saliera, me desesperé, pero mi pavor se volvió inmesurable cuando vi como los pasajeros sacaban de sus mangas y faldas, enormes cuchillos y algunos se levantaban acercándose amenzadoramente al monstruo que nada hacía. Cuando estaban a punto de llegar a su asiento (yo estaba horrorizado) un sonoro "NO" se escuchó en el autobus, los pasajeros con sus cuchillos corrieron a sus asientos, cuando de entre ellos salía una muchacha joven con largos cabellos rubios, muy hermosa a mi gusto, y corría desde atrás y se sentaba a la par del monstruo, abrazándolo; el conductor, grotesco, veía a través del espejo todo esto mientras manejaba y parecía divertirle. En mis adentros repetía "Esto no me puede estar pasando, esto es un maldito sueño, esto no es real es una maldita pesadilla" mientras me llevaba los brazos al rostro y sollozaba del puro estrés. Todo estuvo tranquilo un rato, pero luego los pasajeros volvieron a sacar sus cuchillos y mirando hostilmente a la bestia, se dirigían a el, buscando asesisnarlo, la muchacha no se percataba del peligro y no soltaba al engendro que perdía su mirada en el techo del bus. Estuve a punto de lanzar un grito al ver como uno de los pasajeros con mirada furibunda alzaba el cuchillo sobre la cabeza del monstruo cuando de repente el bus frenó de repente y la puerta delantera se abrió; el conductor obeso empezó a lanzar chillidos dignos de una tortura cuando desesperadamente trataba de escapar por su ventana lateral,  todos los pasajeros voltearon su mirada a la puerta deteniendo lo que hacían, cuando entró al bus un policía, de mirada solemnte y decidida. Hechó un vistazo mínimo y gritó "¿Que demonios es todo esto? Abandonen todos ustedes esta unidad de transporte... ¡YA!" Pude ver como los pasajeros huían del bus despavoridos, fije mi mirada en el asiento del monstruo pero ya no estaba; el autobus quedó vacío en un segundo, el policía me pregunto "¿Estas bien?" a lo que apenas pude asentir vagamente, presa del miedo aún.

Bajé del autobús, lo observé detenidamente tratando de convencerme de que lo que había pasado era una falacia, un sueño mal soñado, una pesadilla perfecta. Di media vuelta, y enfrente de mi se levantaba un monumento cobrizo de un autor extranjero, el monumento del discóbolo, había llegado a la plaza a pesar de todo. Mire mi reloj incrédulo, justo a tiempo... Volteé para ver el bus por ultima vez, que estaba siendo revisado por el policía, me arreglé mi camisa y mi pantalón, y caminé a través de la plaza en dirección al café donde sería mi reunión, esperando... que el tiempo alguna vez borrara mis recuerdos de ese día.

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